Júpiter es, en muchos sentidos, la expresión más radical de lo que un planeta puede ser. Con una masa que supera más de dos veces la de todos los demás planetas del sistema solar combinados, este gigante gaseoso domina la arquitectura dinámica de nuestro vecindario cósmico. Su presencia ha moldeado órbitas, influido en la distribución de asteroides, modificado la historia temprana de la Tierra e incluso puede haber contribuido a que nuestro planeta resultara habitable. El estudio de Júpiter no solo es una ventana a su naturaleza, sino también a los procesos fundamentales de formación planetaria. Compuesto principalmente de hidrógeno y helio, Júpiter es, en esencia, una estrella que nunca alcanzó la masa necesaria para encender reacciones de fusión nuclear. Su atmósfera superior, con sus nubes estratificadas y tormentas permanentes, muestra un comportamiento físico complejo que combina dinámica de fluidos, química atmosférica y poderosos sistemas de convección. La Gran Mancha Roja, una ...
Neil Alden Armstrong ocupa un lugar singular en la historia humana. Su nombre está inevitablemente asociado al momento en que la especie humana dejó por primera vez la Tierra para pisar otro mundo. Sin embargo, la figura de Armstrong es mucho más compleja que la breve frase por la que pasaría a la inmortalidad. Su trayectoria combina ingeniería, aviación, exploración y una sobriedad casi austera que contrasta con la magnitud de su logro. Nacido en 1930 en Wapakoneta, Ohio, Armstrong creció fascinado por la aviación en una época en la que el vuelo aún tenía un aura de desafío heroico. Obtuvo su licencia de piloto a los 16 años, incluso antes que su licencia de conducción. Esa temprana inclinación lo llevó a estudiar ingeniería aeronáutica en la Universidad de Purdue, donde ingresó gracias a una beca del Plan Holloway de la Marina, un programa que formaba pilotos y futuros ingenieros para un mundo marcado por el auge tecnológico de la posguerra. Durante la Guerra de Corea, Armstrong sir...