Fritz Haber (1868–1934) fue un químico alemán cuya vida y obra representan uno de los dilemas éticos más profundos en la historia de la ciencia. Nació en Breslavia (entonces Imperio Alemán, hoy Polonia) en el seno de una familia judía acomodada. Desde muy joven mostró gran interés por la química y estudió en varias universidades alemanas, formándose bajo la tradición rigurosa de la química física de finales del siglo XIX.
El proceso Haber-Bosch: alimentar al mundo
En 1909, Haber logró lo que se consideraba casi imposible: sintetizar amoníaco (NH₃) a partir de nitrógeno atmosférico (N₂) e hidrógeno (H₂), utilizando altas presiones, altas temperaturas y un catalizador metálico.
Este método, perfeccionado más tarde por Carl Bosch en la empresa BASF, se conoce como el proceso Haber-Bosch. Su impacto fue revolucionario:
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Permitió la producción masiva de fertilizantes nitrogenados.
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Multiplicó la productividad agrícola del planeta.
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Evitó hambrunas a gran escala, al proporcionar nitrógeno fijado de manera artificial.
Se estima que casi la mitad de la población mundial actual se alimenta gracias a este descubrimiento. Por esta contribución, Haber recibió el Premio Nobel de Química en 1918.
El lado oscuro: la guerra química
Sin embargo, la misma mente brillante que dio de comer al mundo también se convirtió en pionera de la guerra química. Durante la Primera Guerra Mundial, Haber dirigió el Instituto Kaiser Wilhelm en Berlín y se convirtió en ferviente patriota del imperio alemán. Creía que la ciencia debía ponerse al servicio del Estado en tiempos de guerra.
En 1915 supervisó personalmente el primer ataque masivo con gas cloro en Ypres (Bélgica), que causó miles de muertes. Esto lo convirtió en una figura odiada internacionalmente. Para él, el uso de gases era un “avance científico” que podía acelerar el final de la guerra; para el resto del mundo, fue un crimen atroz.
La tragedia alcanzó su vida personal: su esposa Clara Immerwahr, también química y opuesta al uso bélico de la ciencia, se suicidó poco después del ataque de Ypres, lo que marcó para siempre la reputación de Haber.
El exilio y el final
A pesar de haber sido patriota alemán, Haber era de origen judío. Con la llegada de los nazis en 1933, se le despojó de sus cargos y se vio obligado a huir. Pasó un tiempo en Inglaterra y luego en Suiza, donde murió en 1934, prácticamente en el exilio, desilusionado y enfermo.
Legado ambivalente
El legado de Fritz Haber es profundamente contradictorio:
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Lado positivo: el proceso Haber-Bosch es uno de los descubrimientos más importantes de la historia de la humanidad. Sin él, la población mundial no podría haber crecido como lo ha hecho.
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Lado negativo: fue pionero en la introducción de armas químicas, abriendo un capítulo terrible en la historia bélica. Además, bajo su dirección se desarrollaron pesticidas como el Zyklon B, que décadas después fue empleado en los campos de concentración nazis (aunque Haber murió antes y nunca lo usó con ese fin).
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